La "prefiesta"comenzó a la sombra de una maceta palmera en una de tantas playas onubenses que tienen un tapón como enseña. No importaba nada más que estar, no había preocupación alguna, al menos por mi parte, yo tenía claro desde hacia un par de semanas con quien quería pasar mi cumpleaños pero seguían asaltando dudas a mi acompañante. La indesición debería ser objeto de estudio en prestigiosas universidades neoyorquinas. Cola light semi comprada, siesta, Mraz, porro y cesión que no regalo; bendita cesión. El coche seguía aquejándose de sus dolencias. Casi tantos males tiene ya, como la compañía. El caso es que las piedras no acababan de convencerme asi que preferí escoger las conchas de pino. Ya se que no son conchas de pino y que estarás pensando que me has dicho el nombre ya en un par de veces y que seguramente ponga el nombre en alguna de las seis bolsas que hay repartidas por todo el patio, pero tendría que dejar el ordenador en la mesa, levantarme, agacharme para coger una bolsa volverla a tirar, coger el ordenador de nuevo, sentarme y colocarme y seguir escribiendo, perdería la inspiración, que yo me distraigo con cualquier cosa. Pues lo dicho, conchas de pino que tu ya sabías que no habría bastante y que yo confiaba en que si. Ya en el IKEA, no me acababa de convencer lo que compramos asi que para llevármelo a disgusto era mejor dejarlo allí, eso si, dejamos una nota en el establecimiento disculpándonos por las molestias. A partir de este momento, recuerden, seis sacos de conchas de pino en el maletero, cinco macetas, tres flores y un puñado de velas en el autocobro de la tienda sueca y un coche nuevamente aquejado de sus dolencias; empiezan nuevamente las dudas tras una llamada a un móvil todavía no radiactivo. Xuxa, la cantante que sabia era cuando cantaba a los niños aquello de: Si, si, si, no, no, no... es un mundo nuevoooo.... no me pidan más canción que intento olvidarlas. No sabía yo que en apensas 20 kilómetros y 20 minutos de viaje se podían dar tantas vueltas y con tantas indecisiónes de por medio. Yo sólo quería cenar en un sitio bonito con una acompañante agradable a pesar de las segregaciones de saliva. En vista de la trifulca de decisión de la compañía decidí comprar la cena por mi mismo y dejar que el destino eligiera, bueno eso y que no volviera a sonar el teléfono para cambiar de nuevo el plan. Casualmente detro de la tienda en donde compre el avituallamiento, recibí una llamada de una niña que por su tono de voz debía ser bastante agradable, apenas nos habíamos visto pero ya que era un día especial, tenía la compra hecha y la chica parecía simpática, asi que, decidí quedar con ella que tampoco tenía nada que hacer. No lo pensé mucho, compre mousse de pato, salmón, sucedáneo de caviar, queso, picos y tres botellinas de Freixenet, hielo también para enfriarlo y vasos de plástico, pregunté si había copas pero a tanto no llegaban. El caso es que quedamos frente a la puerta del supermercado MAS de Tomares y puntual como nunca allí estaba, preciosa como la había imaginado, con melena espectacular, un poco enredada debido a que venía de la playa, la tez suave marcada por una pequeña imperfección, minúscula imperfección que se había adueñado de la parte baja de su nariz desde hacía un par de semanas, yo creo, por el aspecto que tenía que otra semana más; unos ojazos que templaba al mirarlos hasta las latas de coca cola que por el coche deambulan desde hace días y una boca que al besarla sólo se escucha silencio. De esta guisa, con una preciosa nueva amiga, seis sacos de conchas de pino y las bolsas del open, sólo faltaba la playa, con las sábanas blancas y el jacuzzi rodeado de frutas de todo el mundo. Y si cambiaramos, la playa idílica por un campo rodeado de estrellas y la luna embelesada en todo lo alto, y si cambiáramos bañeras de burbujas por el capó de un coche con toalla turquesa y si en vez de fruta escogiera todo lo que había en las bolsas de la compra.... La noche perfecta. Con esto quiero decir que da igual donde se esté, que estés haciendo, o que sea el capó de un coche perjudicado o el jacuzzi de un lujoso hotel en las Cíes. Lo que importa es estar agusto, estar bien y estar feliz y yo en ese momento estaba completo. No me faltaba nada, ni siquiera los millones de escalofríos que por sorbo, me daban al ingerir el cava. Después de aquello, vendrían más conchas de pino, un plástico arrancado de los jardínes de Bormujos, un intento de enano-secuestro, dos viajes de más conchas y piedras, un móvil radiactivo a la mañana siguiente, una pulsera todavía por encontrar... pero yo me quedo con todo, con los 15 minutos antes y después de las 12 de la madrugada del 1 de agosto, con la ducha de cava, con las apariciones en los espejos del cuarto de baño, con la franja horaria de las 9 a las 14:00 del mismo día uno, yo me quedo con esos momentos que me hacen un tio feliz a mis 28 años, me quedo con todos y cada uno de los besos que hemos repartido, me quedo contigo.
domingo, 2 de agosto de 2009
Vigésimo octavo
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