lunes, 15 de febrero de 2010

Zanahorias con chocolate

Desde octubre no se cubría un evento de tal magnitud. Desde aquel mes no se escribía en estas sugerentes páginas, algo imperdonable, por supuesto. A falta de una entrada partida por la mitad y que narra un día cualquiera en una sala de estudios, disculpenme por no escribir. Zanahorías con chocolate no es el título de ninguna novela y nada tiene que ver con Chocolat de Juliette Binoche, en la película Vianne Rocher (Juliette Binoche) se traslada con su pequeña hija a un pueblo de la Francia rural. Allí abre una tienda en la que vende deliciosos chocolates. Sin embargo, los habitantes del pueblo la reciben con escepticismo. Por su parte, el alcalde también es reticente respecto a este tipo de tienda, al que la gente del pueblo no está acostumbrada. Pero Vianne es una mujer con un encanto especial, y poco a poco se va ganando la simpatía y amistad de los vecinos e incluso del alcalde. Aquí Juliette Binoche la podríamos llamar Toto y en vez de ser femenina sería masculino y en vez de chocolates lo podríamos cambiar por pasteles. Todo empieza en la noche de antes de ayer con idas y venidas de improperios a las tantas de la mañana. Los regalos estaban dados, unos caretos gigantescos que reían recubiertos de motas de arena dorada sobre unos rostros que reflejaban la diversión como religión y el divertimento como insignia. A las manos un par de bebidas refrescantes y bajo ellos. "Mojito Love. Feliz San Valentín". Sobre corcho que me criticó cuando yo veía belleza inconmensurable. Para variar, o seguir en la misma línea de sucesos que se narran en este blog, cada uno tras dormir un rato separados volvió el reencuentro y todo gracias a ese que tantos quebraderos de cabeza me ha dado durante nueve meses. Un embarazo de infortúnios tecnológicos que han dejado mi vehículo al borde del suicidio. Ahi estaba en la frontera con marruecos pirata, el último aliento de la seguirdad de mi coche a partir de ahora sólo gritaba al aire ¡por favor ni una vez más de frenos! Había muerto uno pero como siempre les digo, quedan dos más, el problema es que no son ni mucho menos igual de seguros. En fin, que la paradoja de aquel que de vez en cuando, más de vez que en cuando no volvía a unir tras un desbarajuste, estaría agradecído por no haberlo manchado mucho en nuestra entrega de cuerpos en su interior. Ahí ibamos de nuevo a 10 por hora rememorando aquella primera vez en que la mala suerte empezaba a cebarse sobre el Ypsilon cuando sin batería a la orilla de la playa quedó absorto de que dos amantes despertaran en su interior viendo el amanecer en la costa de la luz. A todo esto y no se me olvida, nos esperaba un pinball unas veces anulado otras veces acelerado. Bueno pues seguíamos estando en las puertas del taller ilusionados porque todavía podríamos dispararnos bolas de pintura.Tras el rastreo de varias horas de un vehículo siniestrado por todo el conocidísimo barrio de los Remedios cambiamos el pinball por medios bocadillos´s MAnolo, un apretón de estómago que más tarde se materializaría y un bolso y esterilla con ecosistema. Asi emprendimos rumbo a donde sólo se puede ir en febrero, Cádiz. Afortunamdamente, el Ypsilon volvió a la vida como el Fenix y la suerte volvió a retar a la mala suerte Chorlis. El sol estaba, tras unos días de intenso lavabdo por la lluvia, de un amarillos reluciente, sonreía a la tacita de plata y nos guiaba hasta un día perfecto. Jamón, caña de lomo, queso, salmorejo y solomillo de ternera total 36 euros, valor de la compañia, incalculable. Un parpadeo y frente a un espejo había un payaso con toda la nariz roja y un gorro de chef y una Emy Casa de Vino con pocos años de edad, más tarde se combertiría en super Z pero eso es otra historia. El solomillo se sustituiría por el Cheese y una oferta de a un euro por liar lo que te transporta a otra realidad. Entre tanguillos, coplas y cuplés Cádiz estaba abrumadora, con 0 grados pero abrumadora. Barcelo naranja, un redbull, otro Barceló Naranja, otro redbull, disculpa otro Barceló naranja, si perdona otro Barcelo y otro barceló.... y podríamos haber estado asi de nos ser porque teníamos compromisos sociales por la noche. Unos toros que envestían a las vacas que pastaban por la catedral, familiares de mi clan de artístas vagando por las calles de la caleta, el de las pompas de barcelona que de forma increible estaba también en Cádiz y unos cantícos a la cerveza que adentraban un poquito más a mi amor en el maravilloso mundo de los carnavales. La naturaleza cumplió su objetivo y con unos vecinos farloperos evacué todo lo que viene siendo los peritajes de Manolo´s bocadillos.
Echada sobre mi como me gustar verla cuando duerme emprendimos la vuelta a Sevilla y tras dos copitas con nuestros compromisos sociales encumbramos el día, la reconciliación y San Valentín como se tenía que hacer con el amor y su azaroso retozo vigías de la noche, el mismo retozo azaroso matutino que hace rejuvenecer a cada segundo. Una invitación en el baño marcada las visicitudes del resto de la jornada. Una vaporeto, un bollo caliente y dos berlinas de chocolate, una despedida que versaba en hasta luego y tres horas infatigables de frota y frota al vehiculo que nos devolvío el amor. Se lo merecía. La tarde se planteaba un tanto aventurera no embano se íban a hacer las presentaciones pertinentes y yo pedir la bendición familiar para con ella. Pero tras un viaje fallido y unos pasteles como acompañantes del viaje, aquella por la que tantas letras juntas en este blog han bailado para ella, se cagó literalmente y perdonen la expresión. Media vuelta y dos kilos de pasteles que se antojaban de menos peso, a Bormujos, y en Bormujos media vuelta otra vez y dos kilos de pasteles que se antojaban de menos peso, hasta una zona bombardeada por el paso del tiempo de maquinaria agrícola de la zona. Los familiares a media presencia pero todo un logro conociendo a quien conozco. Cantes, choped, salami y un poquito de hígado en salsa que me recordaba que mi estomago seguía perjudicado por Manolo´s bocadillos. Nerviosa, inquieta y un poco avergonzada noté a la mujer más bella que he podido besar en mi vida. Una sensación de intranqulidad que la hace realmente maravillosa y una tierna ingenuidad que en ese momento atestiguaba aún más que la quiero de forma indescriptible. Esta mañana nos hemos vuelto a despertar juntos, dandonos calor, respirando cerca de mi, y no he acabado en el tiempo que la obserbaba de perfilar tanta lindeza. Camino a su casa, se ha echado en mi regazo, es un momento insólito y tan simple que enamora sólo de pensarlo. No creo que puedan sentir lo mismo porque cada pareja tiene sus pequeñas costumbre y eso forma parte sólo de dos y para siempre. Yo por ejemplo, como zanahorias con chocolate.